¿Qué ocurre con la última imagen que registramos antes de morir? ¿Nos acompaña al otro lado? ¿Tiene algún valor sincromístico? Si pudieras decidir cuál fuera esta, ¿elegirías una imagen de tu seres queridos, un exuberante paisaje o algún cliché visual, tipo un amanecer en la playa?
Estas son algunas de las inquietas interrogantes que terminas nutriendo tras una breve reflexión sobre el tema. La muerte, al menos a nivel racional, es un evento aún repleto de misterios. La determinación de este acto, quizá el más tajante de todos, y sus implicaciones biológicas, emocionales, sociales y culturales, hacen de la muerte una especie de jardín indomable –un entramado laberinto de apacibles helechos al cual se nos ha enseñado a temer–.
Fuente y leer más: Pijamasurf
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