Nora Bardales sonríe a pesar de tantas tragedias: es ciega, suele pasar hambres por su raquítica pensión, al enviudar quedó sola en este país, la han robado con violencia y se quebró la rodilla en caídas.
“Ahora mejor me río de la vida, para que la vida no se ría de mi”, dice con una carcajada la hondureña, de 64 años y residente del Sur de Los Ángeles. Ella cuenta las penurias con alegría.
Bardales, quien vive en esta ciudad desde la década de 1980, sueña con tener un perro guía que la lleve a la escuela, al banco, a las compras y al doctor.
Fuente y leer más: laopinion
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